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Si alguien debería ser encarcelado por “desinformación” es Hillary Clinton

Hillary Clinton acudió a MSNBC esta semana y le dijo a Rachel Maddow que cree que los estadounidenses que difunden “información errónea” y propaganda rusa deberían ser procesados.

En una conversación sobre la reciente acusación del Departamento de Justicia respecto a varios supuestos sitios web administrados por el Kremlin y a empleados de medios estatales rusos, Clinton afirmó que es importante acusar a los rusos que interfieren en nuestras elecciones, pero que también hay estadounidenses “involucrados en este tipo de propaganda”. Según ella, acusarlos civil o penalmente sería “un mejor elemento disuasivo” porque es poco probable que algún ruso sea juzgado en Estados Unidos.

Lo que ella describe es, por supuesto, odioso y totalmente incompatible con la Primera Enmienda. Los estadounidenses son libres de difundir tanta propaganda rusa como quieran, crean en ella o no. Podemos gritar todo tipo de cosas desde la esquina, repartir folletos de teorías de conspiración en el estacionamiento del supermercado, y publicar las ideas más disparatadas en redes sociales. Si a Hillary Clinton no le gusta, puede irse al diablo.

Más concretamente, la “desinformación” realmente no existe. Tampoco lo hace la mala información o la información errónea. Estos son términos soviéticos que aluden a la guerra psicológica. Cuando Clinton, Maddow y otros demócratas emplean estos términos, lo que realmente quieren decir es “hechos que no me gustan y opiniones con las que no estoy de acuerdo”.

Pero bueno, por argumentarlo, si Clinton quiere seguir por ese camino, hagámoslo. Supongamos que vamos a empezar a procesar penalmente a ciudadanos estadounidenses por difundir propaganda rusa. En ese caso, Clinton misma sería la primera en ser juzgada. Nadie ha hecho más para interferir en nuestras elecciones difundiendo propaganda rusa que Hillary Clinton. Podría decirse que ella es la mayor propagadora de propaganda y mentiras rusas en la historia de Estados Unidos, así que puede ser la primera en ser juzgada bajo las nuevas y descabelladas reglas que propone.

Después de todo, fue la campaña de Clinton la que creó la conspiración de colusión entre Trump y Rusia, que paralizó a la administración entrante de Trump y mantuvo a la nación como rehén durante más de dos años. Tras 2,800 citaciones, 500 entrevistas con testigos, y casi 300 escuchas telefónicas y registros electrónicos, el fiscal especial Robert Mueller concluyó que no había pruebas de colusión por parte de Trump o sus asociados.

No hubo evidencia de que Trump alguna vez haya conspirado con Rusia, pero sí hay montones de evidencia de que Clinton sí lo hizo. Recordemos que fue su campaña la que contrató a Fusion GPS en abril de 2016 para realizar una investigación de oposición sobre Trump, entonces el candidato republicano. En ese momento, Fusion GPS también trabajaba en nombre de Prevezon, una empresa propiedad del oligarca ruso Denis Katsyv, vinculado al Kremlin, en la batalla de la empresa con fiscales estadounidenses por las sanciones de la Ley Magnitsky. Después de que la campaña de Clinton y el Comité Nacional Demócrata contrataran a Fusion GPS, la empresa contrató a Christopher Steele, un exespía británico, para desenterrar cualquier posible conexión entre Trump y Rusia. Estos gastos de campaña para Fusion GPS nunca fueron revelados por la campaña de Clinton.

Los diversos informes y memorandos que Steele produjo y distribuyó entre los medios y el FBI llegaron a conocerse como el expediente Steele, que finalmente fue completamente desacreditado. Pero en ese momento cumplió el útil propósito político de insinuar a los medios y al FBI que Moscú tenía información comprometedora sobre Trump, quien supuestamente era un agente secreto del Kremlin.

El expediente desató una tormenta después de que fuera informado al presidente electo Trump en enero de 2017 y luego publicado por Buzzfeed. En ese momento, parecía que había algunas conexiones reales entre Trump y Rusia, pero en realidad todas esas conexiones estaban del lado de Clinton. Steele, por ejemplo, tenía su propio benefactor ruso, Oleg Deripaska, a quien Steele se refería como “nuestro magnate empresarial favorito”. Las sanciones le impidieron a Deripaska viajar a Estados Unidos, pero Steele intentó varias veces negociar una reunión entre Deripaska y el Departamento de Justicia de la administración Obama.

Uno de los principales funcionarios del Departamento de Justicia a quien Steele contactó en nombre de Deripaska fue Bruce Ohr, cuya esposa, Nellie Ohr, ganó más de $40,000 trabajando para Fusion GPS en conexiones Trump-Rusia. Fue Ohr (Bruce, no Nellie) quien se convirtió en el intermediario secreto entre Steele y el FBI después de que Steele fuera despedido como fuente humana confidencial cuando la oficina descubrió que había mentido sobre sus contactos con los medios respecto al expediente.

La colusión de la campaña de Clinton con Rusia empeora aún más. El abogado ruso de Prevezon, el fundador de la empresa Fusion GPS, Glenn Simpson, trabajó directamente para una mujer llamada Natasha Veselnitskaya. Ella fue quien organizó una reunión en la Torre Trump en junio de 2016 con Jared Kushner y Donald Trump Jr., que fue promocionada como evidencia de que la campaña de Trump conspiraba con funcionarios rusos corruptos. En esa reunión, Veselnitskaya prometió proporcionar información sobre Clinton a la campaña de Trump, pero la información en sí fue producida por Fusion GPS.

Todo esto no es más que una breve e incompleta descripción. Las conexiones y la colusión entre la campaña de Clinton y Rusia son extensas y condenatorias. (Para obtener una descripción más detallada sobre la colusión de la campaña de Clinton con Rusia, consulte el artículo de 2019 de mi colega Sean Davis sobre el tema aquí).

Basta decir que si vamos a comenzar a procesar a los estadounidenses por difundir propaganda rusa, la primera persona que debería ser acusada es Hillary Clinton.

John Daniel Davidson es editor senior de The Federalist. Sus escritos han aparecido en el Wall Street Journal, Claremont Review of Books, The New York Post y otros lugares. El es el autor de América pagana: la decadencia del cristianismo y la era oscura por venir. Síguelo en Twitter, @johnddavidson.

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